¿Y si dejamos de necesitar?
Un día alguien me dijo: “Me molesta que mi madre no pregunte por vos, porque es como si no existieras en mi vida” y yo le respondí: “Quizás deberías probar con dejar de esperar para poder sorprenderte”.
Al poco tiempo su madre me conoció y fue muy cálida luego de ese primer encuentro y yo por dentro sólo sonreía al ver la sorpresa en los ojos de quien antes me dijera “me molesta…” porque ahora la sorpresa había invadido todo su cuerpo.
A raíz de situaciones como esas, que forman y no parte de mi vida, me pregunto por qué necesitamos esto o aquello. Necesidades emocionales, físicas, materiales que nos van creando una dependencia con los demás y con las cosas.
Sólo dependo del aire, del sol, del agua. Todo lo demás, para mí, debería poder ser disfrutable en la medida en que nos haga bien. Si un amor es tan inmenso que no puedo vivir sin él me preguntaría si es amor o es falta de otra cosa.
Si necesito la aprobación, la pregunta constante acerca de cómo estoy, o si necesito tener cosas para sentirme mejor, más elevado, más poderoso, más bello… Probablemente lo que estoy necesitando nada tenga que ver con ese síntoma.
A veces una pregunta honesta puede ser dolorosa, pero nunca olvidar que para algo está ahí. Todo en la vida tiene una función, un rol, un por qué, para qué… Nuestra búsqueda es infinita y parte del proceso personal es ir descubriendo mi forma más auténtica, más sencilla, más amable. Si me lleno de necesidades que en realidad no necesito solamente estaré dificultando el trabajo interno de saber quién soy y qué deseo hacer. Sin opiniones, sin expectativas ajenas, sólo las propias.
Todo es subjetivo, cada concepto, cada palabra dicha, cada emoción. Somos subjetivos y dentro tenemos un pequeño universo donde habita una única raza: yo mismo. No hay otro ser igual, y eso tiene muchísima belleza y potencial.
Hacer silencio y preguntarse qué necesito para dejar de necesitar sería un buen comienzo.