¿Puede la vida entrar en 2 valijas? No lo sé.
Vengo planeando un viaje que es incierto y eso da miedo. Un viaje, un camino que deseo recorrer.
Me notaba quieto, anclado en ideas y ambiciones que me dejaban exhausto y que sostuve durante años, y ahora, a la distancia, puedo sentir que se puede hacer todo, en su debido tiempo, a un ritmo muy particular, sin necesidad de obligarse a permanecer siempre esperando o siempre atado.
Atadura, limitación; eso sentía respecto a mi vida en Buenos Aires. Los últimos años no he parado de trabajar, de hacer y hacer y gracias a un trabajo exhaustivo pude ver que muchas de esas cosas nacieron de la exigencia, de la ambición, de querer estar en todos lados, del querer ser reconocido a través de mis obras -y no está mal, claro- pero ¿qué pasa cuando el precio que se paga para sostener eso es tan alto que se lleva la salud?
Me venía enfermando antes de cada concierto, y de hecho me enfermé durante una parte del proceso que fue la grabación de mi 2do disco “Ti Penso” lanzado en 2023. Y en 2024 edité mi tercer libro “Golondrina de todos los campos” ¿y qué me pasó? No pude disfrutar ese logro, me hice mala sangre por algunos detalles que ahora veo no eran tan importantes… Y así podría enumerar varias situaciones que se repetían cuando se acercaba el momento de compartir algo, o de “exponerme” o de conseguir finalmente concretar cualquier trabajo.
Empecé a sentir que me agotaba y que había algo que yo estaba haciendo mal, pero tampoco era eso, porque no hay nada malo en lograr cosas, en expresarme, en trabajar. El tema era que no paraba, que muchas veces lo hacía porque había que hacerlo, había que estar, mostrar que sos productivo, que sos un artista que tiene éxito, que le va bien… Y algo en mi alma empezó a estar mal… Mis deseos de cantar disminuyeron y tome distancia del último libro que saqué hasta que pueda encontrarle otro camino, el que considero que merece.
Lo único que debía hacer era frenar. Simple ¿No?
Y con miedos, con muchas preguntas, decidí frenar.
Y hoy no me arrepiento. Si bien siempre sigo ligado a mi arte, a mis cosas, he frenado mi fábrica de hacer cosas por duelo de algunas imágenes, de creencias, de expectativas.
Duelo, sí. Porque todo lo que se deja ir para estar mejor duele aunque eso en el fondo sea lo mejor para uno, al menos durante un tiempo.
¿Y cómo empecé este proceso de duelo? Moviéndome de lugar, buscando otras actividades que me hicieran bien, que me permitieran tomar cierta distancia, moviéndome físicamente de la ciudad al campo, e incluso moviendo las ideas de un espacio a otro.
Necesitaba moverme, desligarme de esa ancla que yo mismo puse y la tiré hasta el fondo para que nadie pudiera correrla porque ese puerto era mío.
Pero no hay tal puerto, hay muchos. No hay anclas, simplemente paradas. No hay éxito, sino lugares de amabilidad y goce. No hay una forma definida de ser alguien, sino muchas y van cambiando con el paso de los años.
Y cuando se quita el ancla y el barco navega se ven otras costas, otra vegetación y me siento maravillado por todo lo que estoy descubriendo y que, sin dudarlo, puedo decir que son nuevo alimento para mi arte que sólo se terminará el día que yo muera.
Me da alegría compartirles todo lo que estoy viendo adentro mío.
Que tengan linda semana…
pero claaroo... lo que se ancla, se estanca, y se va secando... me alegró tu carta, me dió la sensación de una copa de árbol a la que le entró el viento y la movió, refrescándola y dándole aire. Es por ahí..