¿Queres venir a cenar?
Faltan 5 minutos para las 1 am del sábado 24 de diciembre.
Estaba limpiando en casa, luego pasó una amiga para que le diera mis llaves porque me cuidará las plantas mientras yo ande de viaje por el norte del país- (ahora ya no está Wolfi, mi amado maltés, pero están aún las plantas, porque siempre la vida me inunda la casa) -cuando recibo la llamada de Lucía, mi vecina del 5to piso.
-¿Que tienes que hacer esta noche?, me dijo
-Nada, sólo armar la valija
-Bueno, vente a cenar conmigo, tipo 9 o 10…
-Allí estaré.
Y sin querer, la navidad se adelantó para nosotros dos, pues la mesa se vistió de un mantel blanco, con las copitas para la sidra y los manjares que esperaban en la cocina. Lucía había preparado una pequeña cena repleta de lujos.
No puedo contarles todo lo que hablamos, porque sería faltar a su intimidad, pero sí puedo compartirles que estaban presentes las fotos de su familia, los sueños de cuando era joven, algunos chistes y claro, un brindis.
Me encanta conversar, sobretodo con la gente mayor, siento que nos entendemos y que aprendo siempre algo nuevo de ellos. No es algo que pueda explicar, simplemente sucede y me dejo llevar por la intuición, por la amabilidad, por la amistad y la posibilidad de conocer a otra persona.
Antes de irme le leí este poema:
Y cuando me fui, tras darnos un largo abrazo, brindamos y nos deseamos cosas lindas. Pero no como algo que se dice por decir, ni tampoco por ser cordiales, lo dijimos de verdad, porque cuando hablo y escucho, lo hago en serio.
Ahora, ya en casa, y a punto de irme a dormir, me digo que la navidad es esto: una pausa necesaria para agradecer y brindar.
No es algo religioso -al menos para mí- ni cultural -aunque podría serlo- ni rutinario. Es algo que -al menos yo- necesito celebrar, porque es un encuentro entre dos seres que necesitaban un motivo para encontrarse; un marco, una noche, una cena, una invitación, para abrirnos y abrazarnos.
¡Feliz navidad!