La carta de hoy quizás sea larga, o no. Pero necesito dejar escurrir las palabras hasta encontrar una respuesta, o no.
¿Se han preguntado de dónde nace un dolor?
Sí, un dolor… en el cuerpo, en el corazón.
¿Qué hay detrás de un dolor, de un síntoma corporal?
Desde niño he tenido un vínculo extraño con mi cuerpo, siempre he sido flaco y a veces eso me traía problemas ante los ojos de los demás porque “no comía” y ahora, ya grandecito, mi cuerpo es el cuerpo de un hombre, que no solamente consiguió tener hambre, sino que comparte con los demás cuerpo algo en común: dolor.
Durante grande parte de mi vida sufrí reflujo gastro esofágico -como mi papá- pero a diferencia de él siempre me traté y busqué la forma de calmar ese fuego que me subía desde el estómago a la garganta… Imagínense lo que es para alguien como yo que usa la palabra escrita y cantada para expresarse lo que es “callar” por reflujo.
Busqué durante años, soportando las molestias y la acidez, algunas respuestas que no llegaban, pero que con el paso del tiempo y muchísima paciencia y análisis de mi parte, logré encontrar donde menos lo esperaba: en una sesión de biodescodificación.
Esas sesiones fueron un llanto, fueron mi sanación y mi visión de aquí en más. Entendí por qué mi cuerpo se expresaba así, por qué me enfermaba antes de cantar, por qué me carcomía la acidez. Entendí con quién debía sanar…
Ya pasaron 3 años y no sólo mi gastroenterólogo pausó las endoscopias, sino también el pantoprazol que tomaba de forma crónica.
Me cuido en todo sentido, sí. ¿Es un esfuerzo? Sí. ¿Me sale natural? No. Pero debo hacerlo si quiero llegar a viejo de la mejor forma posible.
El dolor de mi cuerpo, de mi garganta, de mis pensamientos, se aplacó
Luego tengo otros dolores, lumbares, de muñeca, en los hombros… Y ahí estoy, haciendo el mismo proceso, con paciencia y tiempo, tratando de encontrar allá al fondo qué hace que mi cuerpo diga “ESTO ME DUELE”.
Mis 40 me encuentran haciendo lo que decidí hacer hace un tiempo: moverme. Y entendí que moverse no es sólo salir a caminar o hacer yoga, sino moviéndome de mis propias zonas oscuras, entrando y saliendo hacia lugares más luminosos.
Moviendome de mis creencias, de la construcción de mi propia imagen, y no es nada simple derribar imágenes, pensamientos y ataduras…
No, no es fácil, pero sí hermoso.
Encuentro una belleza indescriptible en el gozo que me da sonreír(me) con soltura, riendome de cosas que construí y ahora borro lentamente para verme de nuevo y decir: ¿Quién soy ahora? ¿Me duele esto? ¿Por qué? ¿Por qué me duele más acá que allá?
Los dolores del cuerpo no son eso, son una ayuda, una señal. Son una oportunidad de ver que siempre hay algo más profundo, más verdadero, más frágil.
El dolor me enseña, siempre ha sido así. Es un gran maestro.
Y yo aprendo lecciones desde que tengo 7 años. Incluso sé que mi cuerpo es así por todo lo que ha pasado, por eso no quiero tener otra opción que no sea acunarlo, cuidarlo y permitirle expresarse con dolor o como desee para que yo finalmente pueda ver y elegir lo que mejor me hará vivir mi vida.
Sí, porque vivir con el dolor es también aceptar que tiene una función importante en la vida de cualquiera.
Si no puedo -o quiero- preguntarme sobre el origen de este dolor, entonces estoy queriendo vivir de una forma liviana, y ESO no es la vida.
Porque la vida, de liviana, nada.
De bella y profunda, todo.
PD: Les dejo una frase que siempre recuerdo de la película THE HOURS donde Virginia Woolf le dice leonard en la estación de tren: “NO PUEDES TENER PAZ EVITANDO LA VIDA”.
Que tengan linda semana.
Interesante info y me alegro de las búsquedas y éxitos de sanación. Merecemos mejor vida. Un abrazo grande Nico.