Nuestras almas en la noche
Hoy les quiero hablar de “Our souls at night” (nuestras almas en la noche) una película que vi hace un par de días en Netflix y que deseo compartir por varias razones.
Últimamente observo que hay una tendencia a producir films o series que hablan de secuestros, acción, venganzas, ironías y un largo etcétera… pero aquellos materiales que hablan desde la vulnerabilidad -no obvia- son más raros o difíciles de encontrar.
¿Por qué digo no obvia? Bueno, porque historias que hablan de psicópatas, mujeres vengativas, hombres destructores, negros discriminados, judíos… hay millones. Pero pocas historias hablan de la vejez, del sentido que aún tiene la vida en esas décadas, en ese universo al cuál todos le huyen, pero que sin embargo estamos destinados a habitar.
¿Una persona vieja -o mayor- ya no se puede enamorar? Y aquí utilizo esa palabra en la cuál no creo demasiado, porque considero que los vínculos se construyen, así también como el amor. No siento -o al menos no me ha pasado- el famoso enamoramiento tonto e idealista que todo el mundo dice experimentar, y que si no es de esa forma, bueno; entonces quizás no estemos tan enamorados…
Pero no quiero irme por las ramas. Vuelvo a “Nuestras almas en la noche” donde dos vecinos -ambos viudos- que se conocen hace más de 40 años, deciden empezar a conocerse. En realidad es ella (Jane Fonda) la que una noche le toca el timbre, se instala en su sillón y con mucha incomodidad le plantea una propuesta que consiste sencillamente en dormir juntos y hablar, ya que “la noche suele ser lo peor”… Él, (Robert Redford) se sorprende ante el pedido y le dice que lo va a pensar.
Al otro día la llama y le dice que sí, que acepta ir a dormir a su casa… Y allí comienza esta historia, donde entre pocas palabras al inicio, y la mixtura de la vida de ambos -¡y qué vidas!- comienzan a fundirse en un acompañamiento sano y sin expectativas. De hecho me asombra cómo el destino -casi sin planearlo- puede dar bellísimas sorpresas.
En la película suceden más cosas, pero quiero hacer hincapié en la edad, en las cosas que no se hicieron, en los pendientes… y por supuesto en el cuerpo. Porque ellos pasan de la palabra al cuerpo, y es un cuerpo de 80 y picos de años… Y sin embargo se encuentran y avanzan en la intuición, el deseo y el disfrute de la presencia de un otro -que sin duda alguna- de repente llena cada rincón de sus casas y almas.
Mientras avanzaba la película me imaginaba de viejo -aunque mi alma tenga 98 años- mi cuerpo acredita 38… Y decía: “ojalá llegue con la fortaleza necesaria para poder mostrarme vulnerable si fuera necesario”. Porque aceptar es un proceso, y comprender los tiempos del otro también.
Si pueden mirarla, háganlo, aunque sea para que empecemos a derribar esos mitos que existen alrededor de las personas mayores. Para valorar lo que fueron, lo que son y lo que han vivido; pues de alguna forma algo de eso habita en nosotros, en nuestro adn, en nuestra historia familiar y social.
Al fin y al cabo, más allá de la edad, y aquí concuerdo con el personaje de Jane: “Las noches suelen ser lo peor…”
Que tengan linda semana.
Trailer: