Nadie puede enseñarte a ver
Cada vez que los personajes de la película “Avatar” (2009) decían “Te veo” a otro, en medio de una escena, a mí los ojos se me inundaban de lágrimas. Porque son apenas 2 palabras tejidas en medio de una guerra, de diferencias, de choques culturales.
Quizás para algunos sea una simple película de animación, pero creo que tiene conexiones profundas con nuestro mundo, en el cómo los humanos atacamos y destruimos, pero también en cómo, si queremos, podemos ser creadores y protectores de la belleza y la naturaleza.
Avatar está ambientada en el año 2154 y los acontecimientos que se narran en la historia Pandora, una luna (y aparentemente la más grande) de un planeta similar a Júpiter llamado Polífemo, habitada por una especie humanoide llamada na'vi, con la que los humanos se encuentran en conflicto debido a que uno de sus clanes está asentado alrededor de un gigantesco árbol que cubre una inmensa veta de un mineral muy cotizado y que supondría la solución a los problemas energéticos de la Tierra: el unobtainium.
Lo interesante de este film de James Cameron, no es tanto la trama -porque ya hemos visto y escuchado historias donde el factor humano bloquea, destruye y extermina a otros mundos, a otros seres- sino la mirada sobre un tema y también, debo agregar, la mirada -específicamente- de los ojos de estas criaturas. Pienso que en ellos hay un vehículo emocional importante, porque vemos a través de ellos la conexión sagrada con un bosque, con un otro. Si lo veo, existe; pero al mismo tiempo hay algo que no se puede fingir, aunque ahí esté, y tiene que ver con dejarse ver, pero de verdad.
Dicen que los ojos son el reflejo del alma, y sin embargo, no los mostramos. Son pocas las veces que decidimos mirar, involucrarnos con algo o alguien, mirar de verdad.
Quizás esta película nos invita a intentar ver las cosas en su real esencia, sin pretender siquiera obtener una victoria por el hecho de creer que comprendemos. A veces basta con ser visto y poder ver al otro, porque bien lo dice uno de los personajes, “nadie puede enseñarte a ver” porque está dentro de uno. Aflora cuando hay una sinceridad, cuando realmente se quiere comprender, cuando de verdad deseamos respetar y ser parte, entonces ahí, seremos vistos.
Siempre que llegan a mí este tipo de historias quedo en un estado de sensibilidad extrema por varios días, porque se asientan pensamientos y descubro que hay situaciones que me entristecen más de lo que pensaba. Una de ellas es cuando no queremos reconocer que somos parte de algo más inmenso y perdemos la capacidad de cuidar, de ver.
Si no puedo cuidar lo que sí veo, ¿Cómo podré conservar lo que no conozco?
Y quizás eso sea lo sagrado, lo que no puedo tocar, ni ver; pero que su sola presencia me edifica y me nutre. Como el amor, como un simple pensamiento, como nuestra alma, como seres que existen en otro lugar…
Entonces me pregunto:
¿Nadie nos puede enseñar a ver?
Y me respondo:
Tal vez sí: uno mismo.