Es de noche, los niños duermen.
El cielo se enciende de un color rojizo, lleno de furia, de odio. Se escucha un incesante trueno que arrasa con todo.
Los niños, las mujeres, los hombres. Todos despiertan.
La ciudad cae, se derrumba. Los pájaros sobrevuelan perdidos.
El trueno no para de rugir, y su poder es cada vez más cruel.
Arrasa ahora con todo lo que hay dentro.
Dentro de los cuerpos, hay vida.
Y dentro de la vida, hay humanidad.
No le importa, los mata.
Un niño llora y pregunta a su mamá por qué.
La madre enmudeció, perdió las palabras. No sabe qué decirle.
Lo abraza.
A lo lejos el trueno continúa, el cielo se expande, y los llantos se amontonan, como un coro de ángeles desentonado, a cantar todos juntos.
Las horas son días. Y desde todas partes del mundo ya se escuchan a los miles de niños que han llorado y gritado toda la noche.
Se le suman los hombres, las mujeres, que también fueron niños.
Resisten.
Y nosotros rezamos para que el cielo aclare, para que el trueno desaparezca.
Rezamos, porque aún no hemos perdido las palabras, ni el corazón.
Autor: Nicolás Manservigi.