La ballena
Hoy quiero hablarles de la película “The whale” (la ballena) que tuve la posibilidad de ver hace unos días… Y si bien, más allá de que su actor fue el ganador del Oscar y de que el film recibió controversiales críticas, ya que algunos la amaron y otros dijeron que sólo perpetúa la mirada poco empática que tiene la sociedad sobre las personas que sufren obesidad mórbida… Debo decir que la historia no trata en absoluto de la obesidad, sino de algo mucho más profundo, al menos desde mi forma de ver.
Pero vamos por parte: la historia se centra en la vida de Charlie, un profesor de inglés que da cursos online -con su cámara apagada- del cuál poco se sabe, más que tuvo un matrimonio fallido, una hija, una pareja fallecida y una única amiga que lo visita a su vez en el rol de enfermera e intenta convencerlo de ir al hospital ya que corre riesgo de muerte. Lo obvio sería sólo impresionarse por el sobrepeso o por las notables dificultades que esto le acarrea en su vida cotidiana en cosas tan simples como ir de un lado a otro, bañarse o levantar algo que ha caído al suelo…
The whale es un retrato espejo de aquellas cosas que tal vez nos cuesta ver, y en este caso, las vemos en exceso. Porque si de algo habla esta historia es del exceso de algo que nos lleva de la mano hacia un destino evitable. Nos habla de nuestra poca capacidad de realmente mirar y comprender al otro con toda su historia y lucha. Charlie, desde su compleja existencia, jamás deja de ver -o al menos de intentar sacar en los demás- su verdad más pura. ¿Pero qué sería eso? Bueno, sencillamente poder ser sincero, sin poses, sin tratar de quedar bien, sin impresionismos, sin demasiada cosa más que la que se es. Y a base de insistencia logra que pocos de sus alumnos tomen el riesgo de poder decir realmente lo que piensan, incluso su hija, para finalmente abrirse él, luego de haber buceado en sus propias profundidades, allá abajo donde pocos sonidos, pocas personas y pocas luces de esperanza suelen llegar.
Pienso que esta reflexión es injusta si la comparo con lo que he sentido al ver la película. No puedo explicar, porque simplemente me he rendido ante la belleza poética y verdad de su historia, que sin dudas, podría ser la mía o la de cualquier de ustedes. Porque la verdad es un ejercicio difìcil de hacer y lograr todos los días. Afirmo que estamos en un mundo que nos lleva a no ser sinceros, a no mostrarnos como somos, y por supuesto, también lo afirmo, eso sólo puede traer desesperanza.
Porque si no somos capaces de ser contemplativos y empáticos, de correr el riesgo de desnudarnos en nuestra honestidad, entonces difícilmente podamos ver más allá del cuerpo, del prejuicio y de la idiotez moderna que tejemos día a día como costumbres y pensamientos arraigados a nuestra piel.
La ballena es una invitación a bucear por aguas profundas e insondables. Una invitación a comprender que ese proceso de nado revelador es solitario, donde no podemos culpar ni proyectar, sino tan sólo nadar en nuestras aguas para luego poder retornar más arriba, donde quizás apenas traspasan los rayos del sol que nos permite ver a los otros.
Para terminar, me gustaría compartir un poema de Walt Whitman (autor citado en la película) donde resuena todo este universo:
¡Oh yo, vida! Todas estas cuestiones me asaltan,
Del desfile interminable de los desleales,
De ciudades llenas de necios,
De mí mismo, que me reprocho siempre, pues,
¿Quién es más necio que yo, ni más desleal?
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
Despreciables, de la lucha siempre renovada,
De los malos resultados de todo, de las multitudes
Afanosas y sórdidas que me rodean,
De los años vacíos e inútiles de los demás,
Yo entrelazado con los demás,
La pregunta, ¡oh, mi yo!, la triste pregunta que
Vuelve: “¿Qué hay de bueno en todo esto?”
Y la respuesta:
“Que estás aquí, que existen la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama y que quizás
Tú contribuyes a él con tu rima”.
Que tengan linda semana…