El aro (rueda) de Fausto
Hace apenas una semanas terminaron las funciones de la ópera “Fausto” de la cuál fui parte…
Recuerdo que en uno de los ensayos previos al estreno, estábamos todo el elenco de bailarines/actores sentados en círculo escuchando Stefano Poda -el director- hablar sobre el aro de “Fausto”, pieza fundamental en su escenografía; porque le habíamos preguntado en qué se baso o qué inspiró su visión para hacerla de esa forma.
Me sorprendí muchísimo al escuchar -no es literal- estas palabras: “Bueno, ¿vieron la rueda que se les coloca a los hámster para que hagan ejercicio? En eso; porque el animal se sube, camina, corre, luego se baja, come, duerme, y se vuelve a subir, en esa eterna ilusión de que llega a algún lado…”
Y continuó “¿No es así el ser humano? ¿Qué hacemos en la vida si no es correr detrás de algo, subirnos a nuestras propias ruedas persiguiendo eso que no sabemos si llegará?”
Y si bien las funciones terminaron y lentamente todo ese universo va desvaneciéndose en mí, en los que fuimos parte, hay algo que queda, y claro… quedan las palabras; las emociones que se despertaron, las imágenes, los días compartidos. Pero más allá de eso, saliéndome de esta experiencia, no he dejado de preguntarme acerca de mi propia rueda ¿A cuál estoy subido o intento bajarme? ¿Estoy corriendo para alcanzar algo? ¿Y si caminara en vez de correr, sería lo mismo; es decir… la rueda avanzaría?
No lo sé.
Porque a veces simplemente no se sabe, o creemos estar enfocados, o con el objetivo claro, pero algo adentro nos indica de que no, que eso puede cambiar, porque así como la rueda, la vida se mueve y avanza y nosotros -subidos a ella- también.
Si miro un paisaje, quizás observo que es “estable” que los árboles apenas son movidos por el viento, que el agua de un estanque es mansa, que los caballos pastan pacíficos… y de repente invade o aparece una pequeña ráfaga de viento y altera el cuadro, vuelvan las hojas, se agita el agua, se arremolinan las crines. ¿No es así también por dentro nuestra alma? Donde atraviesa tiempos de calma, pacíficos, amables, y sin razón alguna sentimos una pequeña angustia, una desazón, una raíz de ansiedad… Como es afuera es adentro, pienso.
Pero no tengo respuesta, porque tal vez incluso escriba esto mientras estoy corriendo, o tal vez he parado a descansar, a pensar.
Quizás mi rueda tenga su propio ritmo.
Quizás -mientras envejezco- estoy comprendiendo que puedo bajarme y hacerla girar cuando yo lo desee, sólo cuando sea necesario. Porque así como es necesario correr, también lo es saber detenerse, respirar y contemplar.
Porque contemplar es estar presente, salirse de uno para ver dónde estamos parados.
Y entonces sí, ahí sí; decido avanzar.
Para terminar, les comparto estas palabras de Poda, textuales, tomadas de una entrevista:
“En el final de su drama, Goethe le hace decir a Fausto ‘Solo he corrido, en mi vida’. Eso es lo que de una manera u otra todos hacemos en nuestras vidas, acaso persiguiendo metas que no terminamos de entender. Como un hámster sobre la rueda” “Lo importante es recomenzar, saber empezar de vuelta. Los momentos importantes del drama son aquellos en los que todo parece perdido y sin embargo se recomienza, como en un círculo”.