EL ALUMNO DE LAS 10
Se llama Eduardo y su edad debe andar alrededor de los 60 y pico… Es alto, viste de forma canchera; un jean, zapatillas sin cuerdas, camisa y generalmente algún chaleco. Usa reloj, perfume y siempre está bien peinado. Trae un maletín negro donde guarda todas las letras de las canciones que adora cantar, más de 50.
Viene hace unos meses y jamás falta a su clase de técnica vocal, todos los jueves a las 10 de la mañana, con una puntualidad que más de un presidente de cámara quisiera para sus empleados.
Llega y sonríe. Y acota: “hoy te traje 3 canciones nuevas”.
Entramos, se descalza y se entrega a hacer todo lo que le pido que haga: estirar el cuerpo, trabajar el aire, vocalizar y luego cantar. A veces me dice: “hoy estás tremendo” porque le exijo. Pero lo entiende.
Cuando llega el momento de cantar le alcanzo un atril y ponemos la música. Él cierra los ojos y empieza a frasear. Digo frasear y no cantar porque la edad le da un entendimiento sobre las letras que sólo el paso del tiempo y la madurez pueden regalar. Y si, también canta, y es melódico, entonado. Y cierra los ojos, porque así ve la música. Y luego paramos, le sugiero cosas, le hago hacer otras. Y vuelve a cantar intentando lograr eso que le pido.
Yo sé que es difícil armar una frase sostenida en el aire, que además provea un sonido bello, un sonido ligado. Yo sé que puede ser difícil, sin embargo él lo hace, como si fuera un cantante experimentado, lanzándose de cabeza a la canción, a la frase, a la palabra.
“Estudio hace 13 años, pero mi ex maestra de canto se mudó a otra ciudad y me abandonó” me cuenta riéndose. Y yo pienso, ojalá conmigo también sean 13 años o más así poder ayudarlo a acercarse a ese sueño que tiene y que ya está palpando con sus propias manos, escuchándose cantar.
Cuando se va, acomodo el atril, apago los parlantes y el piano. Y me quedo pensando en él, en que me recuerda a papá porque tienen edades similares y ambos disfrutan del canto. Entonces me arremeten unas ganas terribles de llamar a papá y decirle que cante, que haga como Eduardo, que se anime a retomar su sueño… Pero cada vez que lo intento hay algo del otro lado que no responde, tal vez porque hay preocupaciones o porque simplemente ese deseo se corrió de lugar.
Ojalá en un tiempo venidero mi padre tenga el mismo deseo y constancia que tiene el alumno de las 10.
Porque Eduardo se va contento.
Eduardo piensa en qué canciones cantar, más allá de todos los problemas que debe tener.
Pero, en un mundo como el de hoy, darse el permiso de pensar en cuáles canciones deseo cantar, es un lujo que todos deberían poder darse.
PD: Agarren su deseo, mírenlo de frente y vayan por eso.