Dicen que aferrarse al pasado no es algo bueno, pero ¿Qué sucede cuando ese tiempo anterior estuvo tejido con hilos de belleza?
¿Qué sucede cuando -durante un tiempo pausado- uno ha vivido en un universo blanco, sensible, musical y utópico?
¿Qué sucede adentro cuando ese cúmulo de emociones van desvaneciéndose porque ese planeta ha sido borrado y acabado?
Pues, en mi caso, sencillamente me dejo invadir por el recuerdo que repentinamente ilumina espacios de mi alma y mis ojos, y me lleva; como una madre que guía de la mano a un niño, a observar -esta vez desde afuera- lo que habíamos construido, lo que habíamos respirado.
Del recuerdo, cuando ha sido afanosamente construido, sí se vive, y el cuerpo, este cuerpo adormecido lo agradece.
Esta alma añeja lo agradece.
La historia ocurrió así:
En el 2020 me llaman a una audición para una nueva ópera en el Teatro Colón de Buenos Aires. El título era el Nabucco, de Verdi; e iba a estar dirigido por Stefano Poda, a quién yo aún no conocía. Pedían intérpretes, actores y bailarines que tuvieran conocimientos en técnicas de danza/teatro y otras cosas más que apenas lo leí dije “esto no es para mí” pero como muchas veces hice, fui igual.
La audición duró alrededor de 3 horas y me sentí incómodo porque todo lo coreográfico y corporal que requiere de un gran control me pone nervioso, sencillamente porque no soy bailarín. Me he formado como actor, sí, pero esencialmente me considero un cantante, un intérprete, un escritor. O lo que se dice, artista. Pero bueno, la cuestión es que yo pensé durante toda la audición de que no quedaría, pero fui pasando etapas.
Las cosas que tuve que hacer son inexplicables, porque fueron ejercicios de percepción, control muscular, evocación de ciertas emociones, etc. Me acuerdo que hubo un momento donde nos pidieron “improvisar” y gran parte de los chicos se la pasaban haciendo piruetas y destrezas corporales, mientras yo sólo pensaba en que en 5 minutos más me dirían el famoso “gracias” que tantas veces he escuchado.
Cuando me tocó entrar de nuevo, esta vez para improvisar, caminé despacio hacia el centro de la sala. Mis compañeros danzaban detrás. Yo me ubique allí, me senté en el piso con piernas cruzadas (estaba en cuero y descalzo) y miré a los ojos del director. Luego deje que la mirada se me fuera sola hacia el suelo y allí me quedé. Sobrevino una emoción angustiante y simplemente la dejé salir. No hice nada más que eso: conectarme con lo que estaba sintiendo.
Y esta vez fue un SÍ, junto a otros 39 sí. Dentro de un cuerpo colectivo de artistas, aproximadamente más de 100 sí que formarían la escena.
Al otro día comenzaron los ensayos y durante un mes y medio nos zambullimos en la historia, en su música y en lo que este director quería contar, porque era su versión sobre esa partitura.
Lamentablemente, antes del ensayo general, se decretó en Argentina el cese total de actividades por aislamiento de COVID (marzo 2020) suspendiéndose así nuestro trabajo y construcción colectiva de este particular Nabucco. Y en esos meses de no saber qué pasaría, yo sólo pensaba en si alguna vez podría vivir una experiencia así. Desde el encierro escribí mi tercera novela (aún no publicada) e hice la grabación de mi segundo disco (que se lanzará este año).
Y para mi sorpresa, en 2022 nos vuelven a convocar y extienden a nuevos actores la convocatoria ya que no todos los del elenco original podían estar en la reposición. Y allí volvió a comenzar la magia, el cansancio corporal, los días largos de ensayos, de entregarse a algo superior y abstracto; a una historia, a la música tejida dentro de esa historia, a convivir con otros artistas, a luchar por una mejor paga y por supuesto, a estar listos para pisar ese escenario bellísimo, el que te hace sentir ínfimo de lo grande que es.
La preparación:
Debíamos estar 2 horas antes de la función para tener tiempo de: Elongar y luego pasar por los talleres de caracterización y vestuario. Nos pintaban todo el cuerpo con una pintura blanca, llevábamos trajes blancos abiertos, y en mi caso que tengo el pelo más largo, me hacían un peinado especial con trenzas. / Luego de la función me llevaba aproximadamente 40 minutos quitarme todo eso del cuerpo, la cara y el pelo, en las duchas del teatro. Me sentía cansado, pero la experiencia valía la pena.
Gracias Verdi, NABUCCO, Poda, compañeros por haber compartido ese mismo paisaje. Seguiré habitando ese lugar las veces que lo necesite, y volveré como un caballo cansado a beber esa agua que siempre será limpia y abundante.
Porque es al agua de la vida, el agua del arte, el agua que nos sostiene y nutre.