Hoy por la mañana me levante tarde, algo raro en mí, y no sé cómo, pero terminé sentado frente a la computadora viendo una entrevista al psicólogo Gabriel Rolón donde, para hablar de un tema en particular (el amor y todas sus posibilidades) hacía referencia a la película “Los puentes de Madison”.
La historia es sencilla; ya que tenemos a Francesca, una ama de casa del medio oeste, casada, con 2 hijos y un personaje más; Robert, fotógrafo de una importante revista internacional. La época es 1965, y esto no es un dato menor, ni tampoco lo que le sucede internamente a ella, que lleva una vida “aparentemente” realizada, feliz, sin sobresaltos, sin demasiadas cosas pendientes. No se deja ver si el marido sabe de esto hasta casi el final del film, ni tampoco sus hijos, ya que el punto de vista es el de ella. De alguna manera, a través de gestos, miradas y pequeñas acciones, podemos habitar su interior. Un fin de semana el marido le dice que quiere viajar con los dos hijos a la Feria de Illinois, y ella le dice que está bien, que vayan; quedándose sola unos cuatro días.
Y allí comienza el desenlace, o el corazón de la historia, cuando ella sale a despedirlos, y al mismo instante, unos segundos posteriores, ve una camioneta que se estaciona cerca de su casa, y aparece Robert, este fotógrafo, para preguntarle dónde quedan “Los Puentes de Madison”. Ella le explica, pero como es complejo llegar, se ofrece a acompañarlo. Y en el viaje de ida, nerviosos ambos, pero sobretodo ella, empiezan a hablar y a preguntarse cosas… Las horas pasan y él se invita a cenar. Ella se pone su mejor vestido, hace la cena y de repente se dejan llevar por lo que sienten. Se transforman en amantes durante muy pocos días… Porque él debe volverse y le pide que se vayan juntos, pero duda que Francesca renuncie a todo por esta pasión incipiente.
Ella, sorprendida ante esto que vive, y que la embiste como un cachetazo inesperado, no sabe qué hacer. ¿Qué dirán de ella si los abandona? ¿Cuánto ama a su marido, a sus hijos? ¿Es feliz en esa vida, esa rutina? ¿Puede desear otra cosa? ¿Acaso puede permitirse vivir de nuevo, antes de morir?
El marido y sus hijos retornan, y todo sigue igual, pero ya no dentro suyo. Porque sólo puede pensar en esto nuevo que la invade, que se teje en su alma.
Robert le dice que debe irse, y en una de las calles del pueblo, bajo una tormenta insistente, él la espera, dándole una última oportunidad. Bajándose de su camioneta, bajo el agua, la mira fijo. Francesca busca la manija de la puerta, siente el impulso de irse con él, cuando entonces sube su marido a la camioneta.
Robert vuelve, avanza y pone el guiño. La mira por el retrovisor.
Francesca disimula su llanto y se queda.
Nunca más se ven.
Particularmente me aflora una angustia tremenda, una valentía, unas ganas tremendas de haber vivido en esa escena, bajo la lluvia, para sacar a Francesca a tirones y llevarla con Robert. ¿Quién no ha sentido alguna vez una duda tan enorme?
La cuestión es que, si uno aplica esta metáfora cualquier situación que esté viviendo, estaríamos en el lugar de ella. Teniendo que renunciar a miles de cosas por elegir sólo una.
Y eso es lo difícil. Decidir, para luego hacernos cargos de las consecuencias.
Y pienso, sigo pensando. ¿Qué deseo realmente? ¿Tengo tanto valor como creo? ¿Y si en este rincón ya no hubiera más nada? ¿Y si…?
Termino casi de ver la entrevista y Rolón dice esto último: “Se decide aquello con lo que se puede vivir”.
Que tengan lindo día,
Nicolás.
Ay ay ay. No siempre se decide lo que queremos vivir. Y esa película es justo la perfecta representación. Ella no quiere vivir lo que decide hacer. Por lealtad al marido supongo(identificándome con eso) se queda, con él y con sus hijos.
Por qué ser infeliz cuando podemos ser felices? Yo creo que vivimos lo que nos animamos, los caminos son infinitos y solo los aventureros, los curiosos, los atrevidos, los que arriesgan logran vivir sus sueños, lo que realmente les dicta el corazón, los demás viven hasta donde se lo permiten, sobreviven diría que no es para nada lo mismo. La vida es una cosa simple, las personas lo complicamos todo, feliz domingo Nico!